Mi hijo, como tantas tardes en las que la tele lo suelta un rato, en el punto máximo de su aburrimiento me preguntó con qué podía jugar.
Yo, como tantas tardes en las que le digo vaya a jugar afuera, le sugerí que llevara sus Playmobils y que inventara algo.
Chicos de la nueva generación de lo todo resuelto, el peque tiene poca imaginación, o pocamente desarrollada.
La cosa es que no se le ocurría un mísero juego con los pobres muñequitos de las piernas tiesas.
Fue ahí cuando le dije que constuiríamos juntos un paracaídas para uno de ellos. La enana se prendió y en lugar de uno fueron dos (menos mal pensé yo que no se les ocurrió traer a toda la familia).
Entonces mientras cortábamos bolsas de residuos, encontrábamos hilos que siempre andan por ahí pero cuando se los precisa se esconden vaya a saber dónde, les iba contando sobre toooodas las cosas que yo a su edad (bueno, punto a favor para ellos, en realidad tenía un poco más de años) armaba para los Playmobils o cualquier otro muñeco.
Elementos reciclables, si, ya en ese tiempo utilizábamos la idea, aún sin saber que el mundo se nos vendría encima tan rápido. Cartón, cajas de huevos, bolsas, hilos, cinta, alambre, todo servía para inventar algún juguete.
Una vez terminados los paracaidistas salimos al exterior, siii, el día estaba lindo, y ellos no lo sabían!!! Digo, salimos al jardín y con gran asombro pudieron comprobar que los artefactos sí funcionaban.
Hubo que mejorar un poco la técnica, si, no es cuestión de tirarlo así nomás para arriba. Se debe cerrar correctamente, acomodar los hilos y tirarlo bieeeeen fuerte, hasta las nubes.
Entonces el siempre sonriente muñequito, atado por sus muñecas (ahora móviles) caía con una precisión extraordinaria, casi casi como un tipo de verdad.
No se por qué les habré dado la idea de que cayeran en la pelopincho, cual caída en el mar, terminaron todos mojados!!