lunes, octubre 11, 2010

El perro y el caracol


Hoy descubrí dos caracoles mientras cortaba el pasto en un día realmente primaveral. Como la enana jugaba afuera con el cachorrito, decidí mostrarle uno.

El primer intento por despegarlo de la pared resultó un fracaso, ya que ante la presión ejercida, el caparazón del caracol (que seguramente no toma leche) cedió y le provoqué daños severos en su estructura edilicia.

Probé más suavemente con el segundo y logré sacarlo intacto. La enana se había subido a un banco y desde allí, con el cachorro también arriba, contemplaba las tareas jardineriles de su madre.

-Mirá que lindo caracol!!! le dije con la expresión de haber encontrado un tesoro...

-Me gusta, dijo la enana examinándolo de arriba a abajo.

Mientras el caracol volvía en sí y asomaba sus cuernos, mi hija lo colocaba en el banco, justo frente al cachorro.

-Tienen el carapazón muy duro??? preguntó intrigada.

-No, estos no, algunos lo tienen más duro. Le respondí mientras seguía luchando contra la verde alfombra tupida.

Cada tanto observaba la escena del banco. La enana contemplaba al cachorrito y al caracol por igual, así estuvo un buen rato.

Me acerqué y le pregunté qué miraba...

-Es que el cachorrito no tiene hambre, porque a Niebla (léase el perro de Heidi) le encantaban los caracoles.

Y ante la falta de apetito del can, optó por liberar al caracol, col, col y dejarlo en el pasto.

(solo espero que después de tanto trabajo, yo no le haya pasado por encima con la máquina...)