miércoles, junio 06, 2012

Con un pie en el anden

Diciembre del 2011, en ese mes escribí mi última entrada al blog. Se que parece abandonado, que clama por un poco de atención, no es exigente, no reclama grandes textos, no espera soberbias interpretaciones de la realidad. Solo pide una foto, una palabra, un gesto. Y yo, ensimismada en mis ocupaciones cotidianas, lo miro al pasar, le digo que no pierda las esperanzas, pero casi al pasar le doy vuelta la cara. Me subo al tren de la falta de tiempo, veo cómo en ese andar se pasa la vida. A dónde van esas horas que antes sobraban y ahora huyen en autos nuevos, a gran velocidad. Es verdad que el tiempo pasa, lo noto en mis hijos, en sus reacciones. Ya están grandes digo, pienso, siento.... y a la vez tan chiquitos... El Peque me sorprendió con una palabra tirada sin darse cuenta, pero que muestra su capacidad de observación, su riqueza de vocabulario (orgullo de su mamá). Estábamos en la mesa (ahora es cuando vuelco mi bronca en las teclas y maldigo no haber escrito esto antes, porque ya no me acuerdo con exactitud sus palabras) y antes de apoyar la hoja que tenía entre sus manos exclamó: "hay migas por doquier". Si ya se que no es nada del otro mundo, pero me llamó la atención que utilizara ese término en particular, siendo que ya no se usa entre los chicos de su edad y me animo a decir que tampoco entre quienes lo doblan en años. Por otra parte la Enana contaba cómplice la manera en que evadía la mirada de la seño de inglés, para evitar ser llamada al frente a recitar su vestimenta. Entonces decía que cuando sentía que la seño la estaba mirando, hacía que buscaba el sacapuntas en su mochila o se agachaba a juntar el lápiz que oh casualidad, se caía al piso. Va a primer grado, estoy pensando en qué trucos utilizará cuando esté en el último año del secundario... Es reconfortante haber parado en esta estación, hacer un alto en el camino, observar que hay caras conocidas en el anden. Última llamada, el tren se dispone a continuar.