viernes, diciembre 14, 2012

Porque el tiempo pasa

Y nos vamos poniendo viejos. Pero más allá de alguna arruga de más, lo que me llama la atención es ver cómo crecen mis hijos. Los días son testigos de sus preguntas cada vez más incisivas, sus posturas de nenes grandes. No son solo los centrímetros que suman a sus cuerpos, sino su capacidad de entendimiento, sus gestos, su acompañamiento permanente. Me enternece verlos tan maduros en algunas cosas y por el otro lado, tan inocentes, creyendo en un ser mágico que hace realidad sus deseos un 24 de diciembre a la noche o un bichito que se cuela por la casa y se mete debajo de la almohada para quedarse con sus dientes caídos. El peque se está transformando en todo un hombrecito, gentil, sensible, compañero. La enana en una señorita en envase chico, con sus posturas femeninas y su cuidado estético. Lo mejor es saber que con todas nuestras limitaciones como padres, ellos han captado algo que lo que quisimos y queremos legarles, por sobre todas las cosas, ser buenas personas.