Una enamorada de la vida.

La de las tardes con "las chicas" en La Biela.
La que aún a los 89 años era capaz de recitar todos los huesos de su cuerpo, con gran admiración para sus profesores del Normal Nº 1.
La de las reuniones familiares, aquellas en las que hijos primero, nietos luego y bisnietos después, llenaban esa casa de calor de hogar, risas y el significado más amplio de la palabra familia.
La que amó profundamente a su marido, que lo perdió siendo jóven y aún así siempre lo mencionaba con orgullo y amor.
La que conversaba por igual con un ministro como con un bisnieto de cuatro años o con un nieto sobre el último partido de fútbol de la selección.
La de sus ejercicios de gimnasia infaltables o de sus criptogramas literarios que la enfrascaban los domingos.
Se fue Bababa, una abuela como pocas, con un carisma único y una alegría inimitable.
Hoy la tristeza me embarga, pero su recuerdo como compañera, como ejemplo y como Mater Familia, hacen que la recuerde con una sonrisa y que el hueco que deja sea enorme, imposible de llenar.
Juncal quedará sin su magia.
Su familia, se quedará sin Bababa...