
Mi abuela era un personaje único, su sonrisa contagiaba en cada casa en donde estaba. Sus mesas bien puestas, su facilidad para adaptarse a todos los lugares y situaciones, su carácter, todo esta en mi memoria.
Vivió toda su vida en el corazón de barrio Norte y le encantaba ir con "las chicas" a la Biela. Pero también se prendía un jueves a las 12 de la noche para ir a ver a Dolina u organizaba con algun pariente para ver a su nieto tocar la guitarra en el Paseo La Plaza, todo con ochenta y tantos encima.
Pero como toda señora bien, tenía algunos prejuicios que no le pudimos sacar:
Tomar mate?? qué asco, que falta de higiene, decía.
Por mucho tiempo la Capital terminó para ella en la General Paz, bueno en realidad, mucho antes terminaba en Belgrano....
Los chicos eran mas lindos si tenían ojos claros, pelo rubio y una inteligencia suprema.
Algo así dejó ver cuando nació mi madre, la cuarta hermana que llegaba al mundo por una de esas casualidades en Corrientes (mi abuelo era militar y estaba destinado al Chaco por aquel entonces). Sus tres hermanos anteriores parecían salidos de los países bajos, rubios y de ojos claros.
Y llegó ella, morochita, ojos marrones, claro, no era linda, era simpática. En su album de bebé, donde relata todas las personas de doble apellido que la fueron a ver cuando nació, los regalos que le hicieron y sus primeros cumpleaños, también dejó reflejado ese prurito contra la gente oscura.
Relataba cómo habian procedido a rapar presurosamente ese pelo negro que asomaba de la cabeza de mi vieja y contaba que no era como sus hermanos. Claro que despues vino una quinta hija, también morocha y aquella distinta dejó de ser "la adoptada", para las bromas de sus hermanos.
La recuerdo a mi abuela en sus cuentos, sus idas a la playa, sus cremas de mil tamaños y formas, sus ritos para pintarse y cambiarse, por tener a su familia siempre presente, dispuesta a defenderla a capa y espada.
Pero también la recuerdo con una sonrisa por sus posiciones políticas tajantes o su trato con los "empleados".
Bababa no era perfecta, era humana, pero brilló con una luz que hoy en día es dificil de apagar, sus destellos nos iluminan día a día y la reconocemos en algún gesto de nuestros hijos, en sus fotos y recuerdos.
Se fue, se la extraña, el mundo es menos divertido sin ella.