Mujeres
Autor: Santiago Gamboa *
Es el único tema en el que soy radical e intolerante. En el que no escucho razones: las mujeres de mi generación son las mejores. Y punto.
Hoy tienen treinta y pico, cuarenta, y son bellas, muy bellas, pero también serenas, comprensivas, sensatas, y sobre todo endiabladamente seductoras, a pesar de sus incipientes patas de gallo o de esa afectuosa celulitis que capitonea sus muslos y las hace tan humanas, tan reales. Hermosamente reales.
Casi todas, hoy, están casadas o divorciadas, o divorciadas y vueltas a casar, con la idea de no equivocarse en el segundo intento, que a veces es un modo de acercarse al tercero, y al cuarto intento. Qué importa. Otras, aunque pocas, mantienen una pertinaz soltería y la protegen como una ciudad sitiada que, de cualquier modo, cada tanto abre sus puertas a algún visitante. ¡Qué bellas son, por Dios, las mujeres de mi generación!
Nacidas bajo la era de Acuario, con el influjo de la música de los Beatles, de Bob Dylan, de Lou Reed, el mejor cine de Kubrick y el inicio del boom latinoamericano, son seres excepcionales. Herederas de la “revolución sexual” de la década del 60 y de las corrientes feministas que, sin embargo, recibieron pasadas por varios filtros, ellas supieron combinar libertad con coquetería, emancipación con pasión, reivindicación con seducción. Jamás vieron en el hombre a un enemigo, a pesar de que le cantaron unas cuantas verdades, pues emanciparse era algo más que poner al hombre a trapear el baño o a cambiar el rollo de papel higiénico. Decidieron pactar para vivir en pareja, esa forma de convivencia que tanto se critica pero que, con el tiempo, resulta ser la única posible, o la mejor al menos en este mundo y en esta vida.
Son maravillosas y tienen estilo, aun cuando nos hacen sufrir, cuando nos engañan o nos dejan. Usaron faldas hindúes a los 18 años, se adornaron con collares precolombinos, se cubrieron con suéteres de lana y perdieron su parecido con María, la virgen, en una noche loca de viernes o de sábado después de bailar “El ratón”, de Cheo Feliciano, en La Teja Corrida o en Quiebracanto, con algún amigo que les habló de Kafka, de Gurdjieff y del cine de Bergman.
Al fondo de sus mochilas arahuacas había paquetes de Pielroja, libros de Simone de Beauvoir y casetes de Víctor Jara. Y al dejarnos, cuando no les quedaba más remedio que dejarnos, nos dedicaban esa canción de Héctor Lavoe que es a la vez un clásico del periodismo y del despecho, y que se llama “Tu amor es un periódico de ayer”. Se vistieron de luto por la muerte de Julio Cortázar, hablaron con pasión de política y quisieron cambiar el mundo; bebieron ron cubano y aprendieron de memoria las canciones de Silvio y de Pablo; conocieron los sitios arqueológicos de San Agustín y Tierradentro (en esa época se podía ir sin temor a la guerrilla, qué nostalgia), fueron con sus novios a las playas del parque Tayrona, durmiendo en carpa y dejándose picar por los mosquitos, porque adoraban la libertad, algo que hoy le inculcan a sus hijos, lo que nos hace prever tiempos mejores y, sobre todo, juraron amarnos para toda la vida, algo que sin duda hicieron y que hoy siguen haciendo en su hermosa y seductora madurez.
Supieron ser, a pesar de su belleza, reinas bien educadas, poco caprichosas o egoístas. Diosas con sangre humana. El tipo de mujer que, cuando uno le abre la puerta del carro para que suba, entra y se inclina sobre la silla del conductor y le abre a uno desde adentro. La que recibe a las cuatro de la mañana a un amigo que sufre, aunque sea su ex novio, porque son maravillosas y tienen estilo, aun cuando nos hacen sufrir, cuando nos engañan o nos dejan, pues su sangre no es tan helada como para no escucharnos en esa necesaria y salvadora última noche en la que están dispuestas a servirnos el octavo whisky y a poner por sexta vez esa melodía de Santana.
Por eso, para los que nacimos en la década del 60, el día de la mujer es en realidad todos los días del año, cada uno de los días con sus noches y sus amaneceres, que son más bellos, como dice el bolero, cuando estás tú. ¡Qué bellas son, por Dios, las mujeres de mi generación!
* Escritor colombiano, autor de Páginas de vuelta (1995), Perder es cuestión de método (1997), Vida feliz de un joven llamado Esteban (2000), Los impostores (2002). Columnista de la Revista Cambio, de Colombia. Actualmente, reside en Italia.
Mujeres - Silvio Rodriguez
Autor: Santiago Gamboa *
Es el único tema en el que soy radical e intolerante. En el que no escucho razones: las mujeres de mi generación son las mejores. Y punto.
Hoy tienen treinta y pico, cuarenta, y son bellas, muy bellas, pero también serenas, comprensivas, sensatas, y sobre todo endiabladamente seductoras, a pesar de sus incipientes patas de gallo o de esa afectuosa celulitis que capitonea sus muslos y las hace tan humanas, tan reales. Hermosamente reales.
Casi todas, hoy, están casadas o divorciadas, o divorciadas y vueltas a casar, con la idea de no equivocarse en el segundo intento, que a veces es un modo de acercarse al tercero, y al cuarto intento. Qué importa. Otras, aunque pocas, mantienen una pertinaz soltería y la protegen como una ciudad sitiada que, de cualquier modo, cada tanto abre sus puertas a algún visitante. ¡Qué bellas son, por Dios, las mujeres de mi generación!
Nacidas bajo la era de Acuario, con el influjo de la música de los Beatles, de Bob Dylan, de Lou Reed, el mejor cine de Kubrick y el inicio del boom latinoamericano, son seres excepcionales. Herederas de la “revolución sexual” de la década del 60 y de las corrientes feministas que, sin embargo, recibieron pasadas por varios filtros, ellas supieron combinar libertad con coquetería, emancipación con pasión, reivindicación con seducción. Jamás vieron en el hombre a un enemigo, a pesar de que le cantaron unas cuantas verdades, pues emanciparse era algo más que poner al hombre a trapear el baño o a cambiar el rollo de papel higiénico. Decidieron pactar para vivir en pareja, esa forma de convivencia que tanto se critica pero que, con el tiempo, resulta ser la única posible, o la mejor al menos en este mundo y en esta vida.
Son maravillosas y tienen estilo, aun cuando nos hacen sufrir, cuando nos engañan o nos dejan. Usaron faldas hindúes a los 18 años, se adornaron con collares precolombinos, se cubrieron con suéteres de lana y perdieron su parecido con María, la virgen, en una noche loca de viernes o de sábado después de bailar “El ratón”, de Cheo Feliciano, en La Teja Corrida o en Quiebracanto, con algún amigo que les habló de Kafka, de Gurdjieff y del cine de Bergman.
Al fondo de sus mochilas arahuacas había paquetes de Pielroja, libros de Simone de Beauvoir y casetes de Víctor Jara. Y al dejarnos, cuando no les quedaba más remedio que dejarnos, nos dedicaban esa canción de Héctor Lavoe que es a la vez un clásico del periodismo y del despecho, y que se llama “Tu amor es un periódico de ayer”. Se vistieron de luto por la muerte de Julio Cortázar, hablaron con pasión de política y quisieron cambiar el mundo; bebieron ron cubano y aprendieron de memoria las canciones de Silvio y de Pablo; conocieron los sitios arqueológicos de San Agustín y Tierradentro (en esa época se podía ir sin temor a la guerrilla, qué nostalgia), fueron con sus novios a las playas del parque Tayrona, durmiendo en carpa y dejándose picar por los mosquitos, porque adoraban la libertad, algo que hoy le inculcan a sus hijos, lo que nos hace prever tiempos mejores y, sobre todo, juraron amarnos para toda la vida, algo que sin duda hicieron y que hoy siguen haciendo en su hermosa y seductora madurez.
Supieron ser, a pesar de su belleza, reinas bien educadas, poco caprichosas o egoístas. Diosas con sangre humana. El tipo de mujer que, cuando uno le abre la puerta del carro para que suba, entra y se inclina sobre la silla del conductor y le abre a uno desde adentro. La que recibe a las cuatro de la mañana a un amigo que sufre, aunque sea su ex novio, porque son maravillosas y tienen estilo, aun cuando nos hacen sufrir, cuando nos engañan o nos dejan, pues su sangre no es tan helada como para no escucharnos en esa necesaria y salvadora última noche en la que están dispuestas a servirnos el octavo whisky y a poner por sexta vez esa melodía de Santana.
Por eso, para los que nacimos en la década del 60, el día de la mujer es en realidad todos los días del año, cada uno de los días con sus noches y sus amaneceres, que son más bellos, como dice el bolero, cuando estás tú. ¡Qué bellas son, por Dios, las mujeres de mi generación!
* Escritor colombiano, autor de Páginas de vuelta (1995), Perder es cuestión de método (1997), Vida feliz de un joven llamado Esteban (2000), Los impostores (2002). Columnista de la Revista Cambio, de Colombia. Actualmente, reside en Italia.
Mujeres - Silvio Rodriguez
10 comentarios:
¡Feliz díaaaaaaaaaaaa!!!
Che... Santiago Gamboa escribe lindo, espero que no esté destruido, cuando son tan amables, yo desconfío... buajjjjjjjjjjjjjjjjajajaaj (chiste, chiste)
Besos y celebraciones.
qué lindo es saberme de esa generación y reconocerme en algunas de esas palabras.
Qué lindo es que hayas subido esto y lo compartas.
Para vos y para todas las mujeres trabajadoras, feliz día Mujer!
Con esto de la globalización, del plástico, de lo light, lo de trabajadoras se fue perdiendo. No para mí. Un beso grande en su día y gracias por estar siempre, si? yo se que puedo contar con vos. Mire que usted también conmigo, eh?
Estoy cerca de los eary 30. Mujeres en definitiva, feliz día hoy y siempre!!!!
Un beso enorme Dosto!!
Duda, tenes razoon, siempre desconfiamos un poco cuando nos halagan mucho, por qué será?? Feliz dia para vos tambien, besotes!!
Alex, me alegro que te haya gustado, lo subí porque yo tambien me vi reflejada en algunas cosas que dijo Gamboa. Besotes y feliz día!!
Gato, Feliz Dia!! ah, no, me equivoqué, disculpe usted...Es verdad lo que decis, se ha ido desdibujando la palabra trabajadora, pero creo que seguimos siendo eternas trabajadoras, mas allá de la cultura pop o light. Gracias por tus palabras, yo tambien estoy aquí para cuando necesites. Besotes!!
Ceci, se puede decir que estas dentro de nuestra generación igual, nos separan unos 3 o 4 años nada mas. Feliz dia para vos. Besotes.
Taaaaaaaaaaarde pero paso a saludar seguro! Estas mujeres entre los 30 y los 40 no sé si somos tan buenas como nos pinta este amable caballero...pero...tenemos nuestras cosas buenas! Besazooooos
llegó tu saludo Gaby, se había ido a tomar un café al bar de la esquina y luego pasó por acá.
Claro que tenemos nuestras cositas buenas, quien se atreve a desmentirlo??...
Besotes.
espere hasta hoy, para saludar, me parecia un buen dia soleado para festejar el dia de la mujer...
Vos sabes que para mi el dia de la mujer es tooooodos los dias...Abrazo
Feliz dia, y grandes verdades dice el señor gamboa, besos y abrazos
Wallyzz, vos siempre presente, gracias por el saludo. Otro abraaaaazo para vos!!
Vic, que bueno que coincidas con Gamboa, gracias por el saludo. Como siguen tus cachorros???
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