martes, febrero 26, 2008

Cuento: El regalo, parte 2

Era un cuadernillo viejo, con sus tapas roídas y un extraño título: “La vida y sus pequeñas muertes”.
Iba a tirar el extraño regalo a la basura pero como sucede a veces, los tachos brillaban por su ausencia. Así que para no agregar más mugre al paisaje, me lo quedé.
Ya en casa, lo arrojé sobre la mesa de luz y corrí al baño para comprobar que mi cara no tuviese el aspecto de un boxeador en el octavo round.
Los días siguientes al misterioso episodio transcurrieron con total normalidad, salvo por mi insistencia en mirar bien antes de doblar en una esquina.
Cierta tarde, luego de un día de trabajo agotador, de esos en los que desearíamos tener tres manos, dos mentes y sobre todo cinco cuerpos para poder cumplir con todo, llegué a casa con un dolor de cabeza incipiente. Ya conocía esos síntomas, así que antes de dejarlo empeorar, me acosté y dormí unos 45 minutos.
Desperté con el sonido de mi celular que retumbaba sobre la mesa de luz y mi mano se topó con el cuadernillo vetusto, con tanta mala suerte que el celular cayó al piso y su batería salió despedida hacia el agujero negro que había detrás del placard.
Cuando la conseguí, después de llenarme de pelusas mi sweater nuevo, la coloqué en el celular y antes de prenderlo noté que el cuadernillo también había caído, pero cerca de la cama. Se había abierto y mostraba su interior lleno de fotografías y anotaciones al margen.
Lo levanté con cuidado y me senté en la cama para mirar mejor aquellas fotos que parecían estar colocadas como en una fotonovela. Tras una ojeada rápida noté que todo el cuadernillo mantenía el mismo formato de fotos y anotaciones al margen, pero las fotografías que en un comienzo eran en blanco y negro y demostraban su antigüedad, las últimas en cambio eran a color y a juzgar por mi experiencia visual, bastante recientes.
Volví a leer el título de esa especie de álbum personal. “La vida y sus pequeñas muertes”. Sin mas palabras que esas en la portada. No había nombre de autor, fecha ni ningún otro indicio que significara una clara pertenencia a una persona.
-El hombre oso me dejó el álbum de su vida.-pensé escéptica pero a la vez intrigada.
Las primeras páginas mostraban distintas situaciones cotidianas de la década del 50 o 60, no supe seguridad.
En una, un señor de muy buen pasar, vestido con los mejores trajes europeos, sacaba a la salida de la Iglesia del Pilar su billetera, ante la atenta mirada de unmendigo.
En la foto siguiente el mismo señor le tiraba al tachito tres monedas pequeñas al mendigo y esquivaba su mano cuando éste último se la tendía en gesto de agradecimiento.
Lo curioso en sí de todo esto eran esas anotaciones que invadían las fotografías, estaban hechas con distintos tipos de tinta y no tenían un hilo conductor.
Listo, el pudiente ha comprado su redención dominical, ahora dormirá tranquilo. Mientras, el mendigo seguirá pidiendo, ya no cariño, comprensión o trabajo, seguirá estirando su mano por unas pocas monedas que le permitan comer ese día, solo eso”
Otra anotación, escrita en la segunda foto decía “el dinero y su poder, qué debemos hacer para que lo importante no sea tener y tener, a cualquier precio, sacrificando todo. Qué??”
En la página siguiente las fotografías mostraban la espera de una pareja de ancianos en lo que parecía la sala de espera en un Hospital. El marido visiblemente dolorido y su compañera tomándole la mano. La escena era casi la misma, solo que cambiaban las personas que pasaban delante de ellos, sin fijarse siquiera en su existencia. Médicos, enfermeras, administrativos y personal de limpieza. Todos pasaban por ahí.
Uno de los peores males de la vejez es el olvido” decía en una foto una inscripción en rojo.
Lo peor es que a todos nos llega el mismo final y todo en la vida tiene su revancha, los jóvenes de hoy, serán los viejos de mañana”.
Cerré el cuaderno con fuerza, demasiados problemas tenía como para amargarme con tantas cosas negativas. Lo volví a tirar en la mesa de luz y decidí salir a despejarme un poco.

(Continuará)

11 comentarios:

Manón dijo...

en estos tiempos que corren, el olvido también suele ser uno de los peores males de la niñez

(todavía me duelen ciertos olvidos, los de antes, los de ahora, los que vendrán)

pero mire usté qué librito le dejó el hombrencuerpograndeconandardeoso...

DudaDesnuda dijo...

Y sin embargo, algunas ausencias bien pueden ser un triunfo.

Besos y finales.

Dosto dijo...

Manón, si tal cual, y para colmo las ausencias de la niñez son las que nos marcan para toda la vida...
Vió, habrá que seguir viendo qué tiene el famoso cuadernillo..

Duda, las únicas ausencias que acepto como victorias son aquellas que provienen del mal. La ausencia del dolor, la ausencia del sufrimiento, esas pueden ser un triunfo, aunque no se cómo viviríamos en completa y eterna felicidad...

GABU dijo...

Mmmmmm... Justo justito mi póstulo finaliza con una frase que siempre estuvo en mi mente que dice: "...Pero recordá que jamás los años podrás llevarse nada que las propias palabras no lo hagan olvidar..."

P.D.:Yo soy de las que creen esto,así... Tal cual... Sólo los años pueden demostrarme lo contrario,no?

MIL BESAZOS DOSTIS! ;)

La otra parte de mí dijo...

que regalito,amiga!esperando la continuación...besos enormes.

Dosto dijo...

Si Gabu, el tiempo puede muchas cosas y así como crea, destruye. Glup!!
Besotes amiga mishonaria!!

La otra parte, que bueno que regresaras!! Habrá capitulo 3, prometo escribirlo pronto!

Alex dijo...

Se puede olvidar??? Tal vez algunos puedan.
A veces se confunde olvido con abandono.
Y como dice Duda, algunas ausencias son un triunfo.

Cómo sigue? Porque demás está decir que me gusta mucho este cuento.

Dosto dijo...

Si, está muy relacionado el abandono con el olvido, muchas veces quienes abandonan pretenden olvidar...
Cómo sigue?? ups, no se. Tengo que sentarme tranquila y dejar que broten algunas palabras y vos sabes que eso de sentarme tranquila rara vez lo puedo hacer, jajajaja, bueh, en realidad lo de que broten las palabras...

atandocabos dijo...

creo que a todos no nos llega el mismo final. no, perdón lo estoy diciendo mal: no todos llegamos de la misma manera a ese final.
y lamentablemente imaginé ese cuaderno con las fotos junto con el olvido y me remitió a mi tía, a quien la memoria se le fue a la mierda, le juega una mala pasada, y esa forma de olvidar, lpm, mucho antes del final sí que duele. y sí que es olvidar.

por cierto, el cuento está saliendo hermoso. me atrapa, dosto.

Cecilia dijo...

El olvido es aquello que aparece cuando ya no hay que olvidar.
Creo que de todo se aprende. Y el final, con amor es mucho mejor. Pero del amor bueno, ese que todo lo espera, lo soporta, cree, comprende y demás. Ese que es tan difícil de encontrar, pero se encuentra, sino nadie tendría amigos.

A ver como sigue el cuento...

Besos!!

Dosto dijo...

Los finales feos son una mierda, y todos pensamos que nos puede tocar pero de muy grandes, nadie está preparado para tener un final feo y mucho menos siendo joven.
Prometo ponerme a darle un final a este cuento!!