En el paseo caminé sin rumbo, mirando vidrieras casi como una obligación. Así iba de cuadra en cuadra cuando me encontré con una amiga del trabajo. Tuvo que llamarme dos veces para hacerme salir de esa hipnosis en la que me hallaba.
-Hola, viste que Fernández se va, le ofrecieron un laburo mejor en la empresa del suegro, era hora de que entrara ahí, con la guita que tiene el viejo, una vez adentro ya gana terreno y después no lo para nadie. Decía casi sin respirar.
-Ah, que bien...
-Si, porque la mujer es una insulsa que no sirve para nada, pero él es muy vivo, acá la venía remando, tiene mucha capacidad, no te creas que lo digo porque me gusta, no, nada que ver, aunque si quisiera un touch and go, todo bien...
-Y qué puesto le ofrecieron? Pregunté por decir algo, porque esa conversación no me interesaba en lo más mínimo. Que me importaba si Fernández se iba con su suegro o no, si era un interesado trepador o solo hacía su trabajo...
-Empieza de Gerente de Marketing, pero seguro que en poco tiempo llega a los cargos directivos más importantes, acordate lo que te digo. Ahora hay que ver quién ponen en su lugar acá, ya me veo que le dan el puesto a Gracielita, la muy turra. Y hablaba y hablaba...
Mientras ella me citaba todos los posibles candidatos al reemplazo, incluída ella claro, me llamó la atención una mujer con su hijo de no más de dos años que estaban sentados en la vereda.
Eran muy humildes, con sus ropas roídas, pero no mendigaban, ella vendía unas carpetitas de crochet de varios colores, mientras su hijo le ordenaba los hilos.
-Ah, no, tal cual.. Contestaba mecánicamente ante el monólogo de mi amiga.
La mujer mostraba el paso de los años marcado en su rostro, aunque era difícil decir cuántos años tenía. El niño ordenaba de manera prolija los hilos y cada vez que terminaba una gama de color, enseñaba su obra maestra a la madre, que lo abrazaba y besaba a manera de recompensa.
Las personas no se detenían en ellos, salvo alguna vieja que admirara el trabajo artesanal de la mujer, no eran muchas las carpetitas que podía vender.
Cada tanto algún trajeado deslizaba un billete o una moneda hacia la mujer, pero esta rechazaba de plano cualquier dádiva y ofrecía su trabajo. Pero las personas estaban demasiado apuradas como para detenerse, todas corrían hacia algún lado, con caras de preocupados o absortos en su conversación telefónica.
-Bueno me voy que Mechi me espera para ir al cine. Mañana la seguimos en el trabajo, si?. Dijo mi amiga y salió corriendo.
-Si, claro, saludos a Mechi.
Libre por fin de esa historia sin fin con ribetes de oficina me acerqué a la mujer. Esta me sonrió y preguntó si quería comprar una carpeta para mi casa.
Hablaba en forma pausada, realzando las bondades de su producto y deteniéndose cada tanto para aleccionar a su hijo cuando el pequeño hacía algo incorrecto. No lo retaba, él tampoco parecía descontento de estar ahí, no le llamaba la atención la juguetería que se levantaba a unos pocos metros.
Había tanto arte y cuidado en esas simples carpetitas que tuve ganas de comprarle toda su producción. Pero no era por el arte en sí, nunca me importaron las carpetitas tejidas a crochet.
Era una mezcla de sensación de paz, de dignidad y la vez de vacío e injusticia. Por qué tenía que estar esa mujer en esas circunstancias y los demás mirando para otro lado?
Y me acordé del cuadernillo de fotos, la imagen del hombre a la salida de la Iglesia, los viejos en el Hospital. Esas personas se hacían presentes y peleaban por quedarse en mí.
Aturdida, compré dos carpetitas con la poca plata que me quedaba y volví a mi depto.
Tomé el cuadernillo y observé por largo rato sus fotografías que mostraban lo hermoso de la vida y la crueldad de los seres humanos, algunos empeñados en destruir todo aquello que han logrado.
La última foto me llamó la atención, era un hombre adulto, de espaldas, con su vista clavada en una pared gris y en una actitud totalmente inerte.
La inscripción decía “Nacemos y morimos una sola vez, pero a diario nuestras acciones u omisiones pueden provocar pequeñas muertes, como así también pequeñas vidas. De uno depende...”
Cerré el cuaderno y pensé porqué a mí. Si podía entregárselo a cualquiera que pasara por la calle. Qué pretendía el hombre que yo hiciera??. Nunca me fijé metas lejanas, siempre fui pisando sobre camino conocido, sin molestar a nadie. Ahora tenía dos opciones, seguir como hasta ahora, o intentar algo nuevo. No sabía exactamente qué significaba ese cambio pero no podía mirar a la pared como ese hombre de la foto...
Metí el cuadernillo en una mochila y salí al encuentro del hombre grande con andar de oso. Tenía la sensación de que iba a encontrarlo aunque en realidad ni siquiera sabía a dónde iba.
En una esquina me detuve a esperar que cambiara el semáforo cuando del otro lado de la calle lo vi. Reconocí ese andar de oso, esa cabeza hacia abajo. Corrí a su encuentro y al alcanzarlo me miró. Yo intenté una disculpa a la vez que sacaba el cuadernillo con la firme intención de devolvérselo.
-Esta bien. Gracias. Dijo él con su voz amable. No hizo preguntas, no quiso saber más. Tomo el cuadernillo dio media vuelta y emprendió su lento caminar.
Se que hubiera querido decirle mil cosas, que me contara la historia de cada una de las fotografías, que me dijera porqué yo. Pero no hizo falta, su última mirada me sirvió para darme cuenta de que él sabía que yo sabía.
FIN
-Hola, viste que Fernández se va, le ofrecieron un laburo mejor en la empresa del suegro, era hora de que entrara ahí, con la guita que tiene el viejo, una vez adentro ya gana terreno y después no lo para nadie. Decía casi sin respirar.
-Ah, que bien...
-Si, porque la mujer es una insulsa que no sirve para nada, pero él es muy vivo, acá la venía remando, tiene mucha capacidad, no te creas que lo digo porque me gusta, no, nada que ver, aunque si quisiera un touch and go, todo bien...
-Y qué puesto le ofrecieron? Pregunté por decir algo, porque esa conversación no me interesaba en lo más mínimo. Que me importaba si Fernández se iba con su suegro o no, si era un interesado trepador o solo hacía su trabajo...
-Empieza de Gerente de Marketing, pero seguro que en poco tiempo llega a los cargos directivos más importantes, acordate lo que te digo. Ahora hay que ver quién ponen en su lugar acá, ya me veo que le dan el puesto a Gracielita, la muy turra. Y hablaba y hablaba...
Mientras ella me citaba todos los posibles candidatos al reemplazo, incluída ella claro, me llamó la atención una mujer con su hijo de no más de dos años que estaban sentados en la vereda.
Eran muy humildes, con sus ropas roídas, pero no mendigaban, ella vendía unas carpetitas de crochet de varios colores, mientras su hijo le ordenaba los hilos.
-Ah, no, tal cual.. Contestaba mecánicamente ante el monólogo de mi amiga.
La mujer mostraba el paso de los años marcado en su rostro, aunque era difícil decir cuántos años tenía. El niño ordenaba de manera prolija los hilos y cada vez que terminaba una gama de color, enseñaba su obra maestra a la madre, que lo abrazaba y besaba a manera de recompensa.
Las personas no se detenían en ellos, salvo alguna vieja que admirara el trabajo artesanal de la mujer, no eran muchas las carpetitas que podía vender.
Cada tanto algún trajeado deslizaba un billete o una moneda hacia la mujer, pero esta rechazaba de plano cualquier dádiva y ofrecía su trabajo. Pero las personas estaban demasiado apuradas como para detenerse, todas corrían hacia algún lado, con caras de preocupados o absortos en su conversación telefónica.
-Bueno me voy que Mechi me espera para ir al cine. Mañana la seguimos en el trabajo, si?. Dijo mi amiga y salió corriendo.
-Si, claro, saludos a Mechi.
Libre por fin de esa historia sin fin con ribetes de oficina me acerqué a la mujer. Esta me sonrió y preguntó si quería comprar una carpeta para mi casa.
Hablaba en forma pausada, realzando las bondades de su producto y deteniéndose cada tanto para aleccionar a su hijo cuando el pequeño hacía algo incorrecto. No lo retaba, él tampoco parecía descontento de estar ahí, no le llamaba la atención la juguetería que se levantaba a unos pocos metros.
Había tanto arte y cuidado en esas simples carpetitas que tuve ganas de comprarle toda su producción. Pero no era por el arte en sí, nunca me importaron las carpetitas tejidas a crochet.
Era una mezcla de sensación de paz, de dignidad y la vez de vacío e injusticia. Por qué tenía que estar esa mujer en esas circunstancias y los demás mirando para otro lado?
Y me acordé del cuadernillo de fotos, la imagen del hombre a la salida de la Iglesia, los viejos en el Hospital. Esas personas se hacían presentes y peleaban por quedarse en mí.
Aturdida, compré dos carpetitas con la poca plata que me quedaba y volví a mi depto.
Tomé el cuadernillo y observé por largo rato sus fotografías que mostraban lo hermoso de la vida y la crueldad de los seres humanos, algunos empeñados en destruir todo aquello que han logrado.
La última foto me llamó la atención, era un hombre adulto, de espaldas, con su vista clavada en una pared gris y en una actitud totalmente inerte.
La inscripción decía “Nacemos y morimos una sola vez, pero a diario nuestras acciones u omisiones pueden provocar pequeñas muertes, como así también pequeñas vidas. De uno depende...”
Cerré el cuaderno y pensé porqué a mí. Si podía entregárselo a cualquiera que pasara por la calle. Qué pretendía el hombre que yo hiciera??. Nunca me fijé metas lejanas, siempre fui pisando sobre camino conocido, sin molestar a nadie. Ahora tenía dos opciones, seguir como hasta ahora, o intentar algo nuevo. No sabía exactamente qué significaba ese cambio pero no podía mirar a la pared como ese hombre de la foto...
Metí el cuadernillo en una mochila y salí al encuentro del hombre grande con andar de oso. Tenía la sensación de que iba a encontrarlo aunque en realidad ni siquiera sabía a dónde iba.
En una esquina me detuve a esperar que cambiara el semáforo cuando del otro lado de la calle lo vi. Reconocí ese andar de oso, esa cabeza hacia abajo. Corrí a su encuentro y al alcanzarlo me miró. Yo intenté una disculpa a la vez que sacaba el cuadernillo con la firme intención de devolvérselo.
-Esta bien. Gracias. Dijo él con su voz amable. No hizo preguntas, no quiso saber más. Tomo el cuadernillo dio media vuelta y emprendió su lento caminar.
Se que hubiera querido decirle mil cosas, que me contara la historia de cada una de las fotografías, que me dijera porqué yo. Pero no hizo falta, su última mirada me sirvió para darme cuenta de que él sabía que yo sabía.
FIN
14 comentarios:
...y yo sabía que el hombregrandeconandardeoso no podía ser mal tipo.
Me hizo acordar de hace unos años, me tocó la puerta un viejo que podría haber sido mi abuelo tranquilamente (bien vestido, prolijo) y vendía unos almohadoncitos redondos hechos al croché la parte de arriba y la parte de abajo un recorte de tela. Me contó que los hacía su mujer y él salía por el barrio a venderlos "así nos la rebuscamos, porque la jubilación no nos alcanza" me dijo. Me enterneció tanto que casi se me caían las lágrimas, él con un bastoncito, caminaba chanfleado, con esfuerzo.
Le quedaba sólo uno y los vendía a cinco pesos, pobre viejo. Cinco!, los regalaba, casi. Se lo compré y no quiso aceptar más que los cinco pesos.
Le dejo un abrazo, doña.
pequeñas muertes...pequeñas vidas. Me quedo pensando en todo lo que puede caber en "muerte" y las omisiones que se amontonan en ella...ouch...mejor me voy a darle un poquito de "vida" a una personita que me está pidiendo un bibe...Luego vengo.
Me dieron ganas de darle un abrazo de oso.
tu señor con andar de oso me hizo acordar a mi gardelita...
Muy lindo el cuento, amiga, me gustó mucho :)
en las pequeñas vidas está la diferencia, en las muertes no hay pequeñez, quizás resentimiento y amargura.
banalmente hablando, he visto que está esponsorizada por la namber guan del dial COSMOS, ya reparte camisetas con el logo? ;)
Muy pero muyyyyyy profundo DOSTIS!!!
Y esas frases...
Y tu interrogante..."por qué a mí..."
P.D.:Un día(algunos ya saben la anécdota),quise que ese interrogante deje de rebotar en mi mente cuando me dijeron..."por qué a vos no..."
Creo que a partir de ese día,no sé si encontré respuestas,pero sí mensajes... ;)
MILES DE CHUIKSSSSSSS! :)
Que linda anécdota Manón, a mí me enternecería también ese viejito que vendía almohadones...
Otro abrazo para vos!!
Y si Luisa, siempre es mejor quedarnos con las pequeñas vidas. Besotes!!
Me alegro que te haya gustado, realmente no sabía cómo iba a terminar. Iba saliendo solo... Besos y abrazos!!
Zorgin, siempre en la vida estará la diferencia!! Vio?? Nos vamos para arriba en la radio!! jajaja, cómo, no le llegaron las remeras que le mandé??
gabu, es verdad, para bien o para mal, todo puede tocarnos...
Besotes para vos!
"él sabía que o sabía"... a veces i, no? pero otras mejor decir, preguntar y escuchar. porque con los supuestos no siempre alcanza.
pero déjeme que solo me agarré de la frase.
elhombreconanadardeoso también sabe de lo que hablo. lindo cuento.
donde está Ud?
justo venía a preguntar lo mismo
ud. se escapó con algunas letras de mi comentario???
Mencató!!!
¿Ande estás???
Besos y esperas.
Hola a todoooos!! Estoy entre horarios de adaptación de la peque y corridas por el cumple del enano mayor. Ademas con visita de madre, pero sepan que los extrañoooo!!!
defina,
está enloqueciendo!
Que lindo!!! Me encanto. Hasta prontito. Besos.
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