María está apurada, las calles son una locura, hace calor y en veinte minutos solo ha avanzado tres cuadras. No puede retomar por otro camino, está atrapada en la fila de autos que como hormigas, van uno detrás del otro.
Habla por teléfono, mira el reloj cada veinte segundos y se impacienta con el llanto de su hija de 11 meses que tiene sueño y ganas de comer. Tiene que dejarla en casa de su madre para ir a trabajar, pero una protesta más adelante ha complicado el tránsito.
Doña Herminda se levantó temprano, quiere hacer una torta para el cumpleaños de su bisnieta. Desde que murió su marido tapa sus horas con el cariño que le brinda el resto de la familia.
Será una torta sencilla, la de claras que tanto les gusta a Josefina y a Leandrito. Todavía le dura el cansancio de ayer, cuando caminó por toda la ciudad para conseguir los regalos para el arbolito.
Pero ahora no es tiempo de quejarse, quiere terminar la torta para luego envolver los regalos como a ella le gusta. Con las tarjetitas con la cara de Papá Noel que usa todos los años.
María prueba con el chupete, luego con una mamadera fría y después con los juguetes que encuentra en el auto. Nada calma a Sofía. Abre la ventanilla, se abanica. Hace cálculos y sabe que otra vez llegará tarde, que su jefe le pondrá mala cara y que tendrá que quedarse después de hora.
Putea contra la movilización, maldice el haber tomado por ese camino y solo piensa en las vacaciones que se tomará con Sofi y Tomás. Por fin, luego de muchos años, podrán irse a Brasil unos diez días.Pasarán año nuevo allí y disfrutarán de esos días en familia que tanto necesitan.
Desabrocha el cinturón de seguridad de Sofi, le hará upa ni bien pase la siguiente calle.
Doña Herminda bate los huevos, enmanteca el bol y prende el horno. Sus manos se mueven ágiles en la cocina, el único lugar donde mantienen esta rapidez. Busca la harina por todos lados y después de mucho revolver encuentra solo un fondito. Eso no bastará para terminar la torta.
Contrariada, mira el reloj, se quita el delantal de cocina y busca su monedero. Ruega porque esta vez el almacén de la otra cuadra haya abierto temprano.
María ve con alivio que el tránsito se despeja. Los autos que tiene por delante aceleran para ingresar en la Avenida. El semáforo está por cortar, es de esos eternos que tienen luz para todos lados.
Aprieta el acelerador, cree que va a lograr pasar, que si no pasa nada raro, no llegará tan tarde a su trabajo y podrá dedicarse a armar el arbolito esta noche.
Herminda busca en su bolsillo el monedero. Duda si tiene suficiente plata para comprar, ya que salió, una leche y el azucar impalpable.
Mira el semáforo y sabe que pronto le dará paso, debe apurarse porque enseguida cambia y si queda a mitad de camino los autos la obligarán a correr, algo que no puede hacer.
María ya está por cruzar, el semáforo se pone en amarillo, puede hacerlo. Sofi intenta atrapar el juguete que se le cae de las manos y en ese instante su madre se da cuenta de que no está atada.
La ataja con su mano, gira la cabeza hacia ella para acomodarla.
El golpe es seco y en un segundo su auto está dando tumbos. Cuando frena, ve la sillita de su hija vacía. No puede moverse y no le sale gritar.
Herminda contaba tres, cuatro pesos en su monedero cuando el ruido la sobresalta y como en una película de acción ve venir volando hacia ella un auto. La va a aplastar. Se cubre la cara con sus brazos y se acurruca, no atina a otra cosa.
El auto le pasa rasando, algo cae sobre ella, la voltea y la deja tendida en el piso.
María logra salir de su auto destruído. Busca desesperada en el asiento de atrás. No escucha nada, no ve a Sofi. Revuelve, la llama, grita, ahora si, grita con todas sus fuerzas.
Herminda siente el calor y el llanto que vienen de ese bulto que tiene encima. Se sienta, no puede pararse sin ayuda, pero descubre a una bebita ensangrentada que llora sin parar.
María corre a su encuentro, la abraza. Todavía no entiende qué pasó, cómo en un segundo pasó de estar manejando a estar dando vueltas por el aire y sintiendo tan cerca el fin de su vida.
Herminda es levantada por el almacenero y le señala a María el pozo inmenso que su auto se tragó. Una obra del municipio que se transformó en una trampa mortal cuando algún vivo quitó en la madrugada las barreras de seguridad.
Nadie entiende cómo de ese auto salió María caminando sin un rasguño, cómo Sofi salió despedida y cayó encima de Herminda, lo que amortiguó el golpe. No tiene grandes heridas, solo una en la frente que pronto curarán.
Herminda no sabe cómo fue capaz de atajar eso que se le vino encima, cómo sus brazos reaccionaron antes de que ella se diera cuenta.
María y Herminda se abrazan, ese pudo ser el último día de sus vidas. Algo más profundo las salvó, no se conocen y sin embargo sienten una paz en medio del caos, un fuego que las enciende.
María toma las manos de Herminda, las besa y antes de irse con la ambulancia, con Sofi, le dice: "Gracias. Feliz navidad"...
11 comentarios:
Que autèntico cuento navideño DOSTIS!!!
P.D.:Làstima que la magia de la Navidad a muchos no les llega ni pa' un simple brindis... :(
O tal vez esa magia resida dentro de los desconocidos,no lo sè...
(esta Navidad va queriendo tener un sabor tan extraño por momentos)
BESOTES EN LA ESPERA
uy..qué susto...
eso no se hace!!!, Pensé que a Sofi le había pasado algo...leyendo y (pensando mil cosas a la vez, adelantándome como buena mujer, a los acontecimientos antes de que pasen)...
Te lo perdono sólo porque tuvo final feliz, si no!!!!!!
Ayyyy...qué días...
Un abrazo.
(ni qué decir de cómo escribes,tunanta):oP
Clap,clap,clap...cerrada ovación.Me encantó el manejo de las dos historias paralelas y cómo se encuentra todo.Precioso relato, Dosto, que si acaba mal es pa matarte....¡Feliz Navidad!
Gabu, vamos mujer, que algo bueno debe haber en estas fiestas!! Aunque sea el brindis repetido, jajajajaja!! Besotes!!
Luisa querida, andas atareada?? Somos dos!! Otro abrazo!!!
Sii Juan, que difícil si terminaba mal!! Ibamos a brindar con un nudo en la garganta!!
Felices Fiestas!!
¡Qué relato precioso! Lo más lindo es que esas cosas pasan... Yo lo pienso todos los días mientras miro las cosas que hay en la ciudad, sobre todo con el ingeniero de jefe... como cuando miro al Banco Ciudad de Pellegrini y Perón y pienso que está tapando la fachada del Edificio del Plata, que por dentro se viene abajo y si pasa algo... otra que Cromagnon... pero no pasa y es un milagro...
Beso enorme y que andes bien :)
me emocioné tanto que estoy con los ojos llenos de lágrimas.
Hermso Dosto. Hermoso.
Dosto, you´re good. Me recordó algunas escenas de la película Magnolia, sólo que con final feliz.
Luis, hay tantas cosas atadas con alambre que los milagros se suceden todos los días y no nos damos cuenta!! Gracias por pasar!! Espero que andes bien, besotes!
Alex, gracias nena, tomá una carilina, no tengo más, es que hoy tuve el acto de Benja y gasté el resto..
Pablo, no ví esa película, ya la anoto, es que sino me olvido.
Qué hermoso relato ,estuve conteniendo la respiración hasta el final..Muy bueno !!!
me pusiste la piel de gallina
se me escaparon los mocos (gracias, me hace faltan muchos mocos todavía...)
Julieta gracias!! :)
Chiru, nserio?? Bueh, he hecho mi contribución moqueril entonces.
Besotes!
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