Lo ví de lejos, me alegré de que caminara en mi dirección. Atrás quedaba otro más viejo, cansado, lleno de dudas.
Me inundó con su olor a nuevo, con su piel tersa, quise abrazarlo, decirle cuánto me alegraba saber que caminaríamos juntos un buen tiempo.
Con mi mejor sonrisa estiré mi mano para estrechar la suya. En ese instante noté algo en su mirada, un destello especial, como de burla.
En una acción rápida y certera me encajó una piña en la mandíbula que me hizo tambalear.
¿Así me daba la bienvenida? Y yo que le había dado mi voto de confianza...
Dudé unos instantes, me incorporé, acomodé mi pelo y lo invité a seguir por el mismo camino. No dijo nada, dejó su puño cerrado pero casi mecánicamente dio un paso, luego otro y así, sin darse cuenta se me puso a la par.
No se si me tranquiliza este comienzo, el 2009 se presentó con un golpe y me hizo mirarlo de reojo. Ya me estoy acostumbrando a estos principios con incertidumbre...