
José bosqueja, pinta, mezcla colores, se detiene en el detalle, observa y sigue.
Mara se siente desbordada, sola para todo, lava, cocina, atiende chicos, limpia y trabaja.
Facundo juega despreocupado, inventa, crea personajes y delira feliz en su mundo de algodón.
Tres días más tarde Facu llora en la plaza porque su auto de cartón se rompió, Mara acorta camino por la misma plaza y al verlo le ofrece una caja que le sobra, seca sus lágrimas y ambos se regalan una sonrisa. José que pintaba el ombú que estaba cerca de ellos captura ese momento y lo eterniza en un cuadro mágico.
La cara cansada pero satisfecha de Mara, que se inventa un minuto de tiempo para socorrer a un niño, que vuelve a ser feliz con tan poco, que sirve de inspiración para un artista, que busca la vida, tal cual la conocemos, con lo bueno y lo malo, con mucho o poco, con triunfos y derrotas.