
La pucha que uno se encariña con esos bichos, mas si el principal interesado es un niño de cinco años.
Solo estuvo con nosotros cinco días, lo suficiente para encariñarnos, para imaginarlo grande y compañero.
Pero lo que mas me duele no es el puto auto que lo pisó, sino las lágrimas del peque, esas que brotaron sin freno y que lo dejaron acongojado.
Ni siquiera la noticia de que lo habíamos llevado al veterinario y luego a lo de su mamá para que lo cuide logró calmarlo.
Ahora estamos en campaña para conseguir otro, no se si será tan lindo como este, pero el peque se lo merece...