Es sabido por todos que Paco está terriblemente enamorado de una morocha de la aldea. Cuando ya creía que el amor era un sentimiento que había muerto en él, lo atrapó desprevenido, de manera que no pudo resistirse.
Conoció a Mariana cuando un día, de compras en la aldea, la vio llegar al poblado con un bolso pequeño y su capa roída como únicas posesiones. Ella se le acercó para preguntarle por Herminia Ristaño, la anciana florista que había muerto hacía tres meses.
- Busca la casa de la florista?, preguntó Paco desconcertado por su belleza.
-Busco a la florista, sigue viviendo en esta Aldea?, contestó ella con un gesto de impaciencia.
Paco le contó que hacía tres meses la anciana, abrumada por su pobreza, había decidido quitarse la vida. No tenía descendientes, su hijo había muerto en un trágico accidente de avión y se cree que su nuera y nieto corrieron la misma suerte, aunque jamás encontraron los cuerpos. Vivía en una pequeña casa y no dejó bienes materiales importantes. Se la conocía por su capacidad de adivinar ciertos aspectos del futuro aunque no era algo que explotara comercialmente.
Al escuchar la noticia la muchacha se echó a llorar desconsolada y si no fuera por Paco que la sostuvo, hubiese caído al piso cuando ya sin fuerzas, se desmayó.
Cuando volvió en sí, Mariana que agradeció a Paco su ayuda y decidida a partir al día siguiente, le contó su historia a Paco que la escuchó con atención.
-Hace unos años, conocí a un muchacho llamado Tomás, sus ojos eran de un azul profundo y su mirada, las más triste que jamás haya visto. Tenía una pesada carga encima, su padre había muerto en un accidente aéreo y su madre, dos meses después, producto de las heridas sufridas en ese accidente. El había sido cuidado por un matrimonio de rescatistas, que lo ayudaron y nunca dejaron de buscar a su verdadera familia. A pesar de ello, nos enamoramos y vivimos tres años en los que se intercalaban la alegría de estar juntos y su tristeza al no conocer su pasado. Hace seis meses partió rumbo a Colombia, luego de que una persona le trajera una pista de su familia. La ultima vez que hablamos, hace tres meses, me dijo que en este pueblo, vivía una tal Herminia Ristaño, que viajaría para aquí y que luego me mandaría el dinero para venir. Pero no he vuelto a saber de él y recién ahora pude juntar para el pasaje. No se a dónde ir, a quién preguntarle sobre él…(un nudo en su garganta impidió que siguiera hablando).
Paco sabía que la muchacha estaba enamorada de otro, ese jovencito que la había dejado sola, que la hacía sufrir, pero nada de eso le importó y aún sabiendo que Mariana jamás se fijaría en un hombre grande y encima negro, de todas maneras no pudo resignarse a no verla más. El también estaba turbado por ese extraño embrujo que le había echado sin saberlo la muchacha. Entonces, cuando ella se disponía a partir, le dijo:
-Yo puedo ayudarte. La gente de la aldea es muy buena, encontraremos un lugar donde podrás quedarte. En mi antigua profesión he conocido gente en muchos lugares del mundo y con una descripción adecuada, podemos iniciar la búsqueda de tu novio.
Mariana se largó a llorar, pero esta vez de emoción y le besó la mano repetidas veces. Paco recuperó su compostura y le pidió que no contara a nadie su historia y que no dijera que él la estaba ayudando. Todos los martes se encontrarían cerca de la cantina de Zorgin y él le contaría las novedades.
Desde entonces Paco se duerme todas las noches pensando en ella, sabe que si alguna vez encuentra al bendito Tomás, ella se irá con él, y cuando eso suceda, el mozo volverá a tener su corazón helado. Está condenado a sufrir su pena de amor, sabe que ella ve en sus torpes manos un sostén para no caer, que cuando lo mira a los ojos, busca en ellos ese azul profundo que nunca encontrará en su color negro abismo.