Mostrando las entradas con la etiqueta libros. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta libros. Mostrar todas las entradas

martes, junio 15, 2010

Delivery


Ellos tiraron la idea... claro, con esto de la tecnología, ahora nos tientan on line, que salió este, que llegó aquel, que tenemos ese que seguramente tuviste de chico.

Y nosotros los queremos tener en casa, pasarlos como una herencia a nuestros hijos. Antes íbamos, si, caminando, en colectivo (cuánto había que esperarlo), en moto, en auto. También era una cuestión de salida de grupo.

Calladitos teníamos que estar, pero los cuentos, los chismes, siempre surgían ahí y había que andar tragando las risas pa dentro.

Ahora no tenemos tiempo, queremos que los chicos vayan, se empapen con ellos, pero los horarios, las corridas. Y cuánto nos gusta que a ellos les gusten!!

La idea es hacer un delivery. Siii, los llamás, pedis ese que habían tentado por internet y en cinco, diez minutos lo tenes at home! Buena idea.

Claro que no es lo mismo, me sentiría como los gordos de Wall-E, sentados todo el día, con todo el placer al alcance de la mano.

Pero ellos dijeron... si Mahoma no va a la montaña, la montaña pone una motito y un día de estos empieza con el delivery de libros.

Esa es una biblioteca!!!

lunes, noviembre 02, 2009

A leer se ha dicho


Hoy quiero recomendarles el buen libro que me pasó mi hermana. Se llama El resto es silencio, de Carla Guelfenbein, escritora chilena.

Acá encontré una reseña de un lector que dice:

Maravillosa novela de Carla Guelfenbein, triste, desoladora, pero espléndida. Los sentimientos más profundos se ven remecidos por esta historia, la de Tommy, pero a la vez lo es también de tantos y tantos seres solitarios, excluidos, diferentes, que experimentan ese sordo dolor propio de la incomunicación.
La historia es muy fuerte pero atrapa desde el principio, muy bien llevada por la autora. Gira en torno a una familia especial, pero igualmente alrededor de su historia, de su pasado.

Tommy, un pequeño de 12 años, con una grave enfermedad coronaria que lo ha acompañado toda su corta vida, tiene un mundo interior muy rico, lleno de fantasías, con amigos imaginarios incluidos -los de carne y hueso se le resisten- descubre sin querer un secreto que altera su fragil cotidianidad, pero que lo impulsa a avanzar en busca de las raíces mismas del problema, de su propia vida.
Juan, el padre de Tommy, un exitoso cirujano -un dios, como muchos doctores se sienten- luego de su viudez, se vuelve a casar con Alma, una mujer con sus propios fantasmas, pero que se entiende bien con Tommy y lo quiere como un hijo. Es difícil no identificarse con los personajes, un padre más ausente de lo necesario, el trabajo como refugio, la relación con los hijos pequeños, uno llega a plantearse -como padre- si lo hace bien o mal, los errores cometidos, en fin, llega fuerte la novela en esos rinconcitos que nos duelen.

El amor que muchas veces se ve como indestructible se resquebraja ante nuestros propios ojos sin poder hacer siquiera nada.
Algo así va pasando con Alma y Juan, los recuerdos siempre presentes de la madre de Tommy, el encuentro con un antiguo amor, Tommy con su visión de niño y una perpicacia de adulto es testigo de ese resquebrajamiento sintiéndose culpable. Pero en su búsqueda avanza incansable, realiza proezas nunca antes vistas, descubre la amistad, vive sus mejores momentos, pero se presiente algo, unos nubarrones que desgarran, un dolor que no se puede describir.
No quiero seguir. Sólo que esta novela hace que uno se planteo muchas cosas respecto a la relación con los hijos. Cómo es su mundo, cómo cabemos en él, sentirá que estamos a su lado, el amor incondicional que nos dan lo sentirán de vuelta. La novela es triste y cala hondo, pero es muy buena. No pierdan la oportunidad de leerla.


Agrego yo que reflexiona sobre el mundo de hoy, sobre cómo las familias comparten cada vez menos, aislandose cada uno en su caparazón. ´

De fácil lectura, es recomendable, no se la pierdan.


domingo, agosto 30, 2009

Hace tiempo...


Tenía menos de veinte años, ya me gustaba la lectura y esa colección de libros gorditos, con las letras pequeñas y las páginas frágiles, enfundados en unos estuches rojos, con su canto dorado, daban la sensación de ser libros sagrados. Nieztche, Victor Hugo, Tolstoi, vaya nombres para una colección.


Los fui leyendo de a poco y uno en particular me atrapó, parecía eterno pero su historia fue desarrollándose lentamente y me llevó a terminarlo tal vez demasiado rápido (creo que algunas páginas fueron salteadas en mi impaciencia, qué pecado).




En mi última visita a la casa de mis padres estuve tentada de traerme uno de ellos para mi biblioteca pero sabía que era un préstamo sin retorno, así que decidí dejarlo ahí.


Este es un fragmento de Los Miserables, de Víctor Hugo. Tal vez lo vuelva a leer, han pasado quince años... mucho tiempo.




"Un domingo por la noche Maubert Isabeau, panadero de la plaza de la Iglesia, se disponía a acostarse cuando oyó un golpe violento en la puerta y en la vidriera de su tienda. Acudió, y llegó a tiempo de ver pasar un brazo a través del agujero hecho en la vidriera por un puñetazo. El brazo cogió un pan y se retiró. Isabeau salió apre­suradamente; el ladrón huyó a todo correr pero Isabeau corrió también y lo detuvo. El ladrón ha­bía tirado el pan, pero tenía aún el brazo ensan­grentado. Era Jean Valjean.
Esto ocurrió en 1795. Jean Valjean fue acusado ante los tribunales de aquel tiempo como autor de un robo con fractura, de noche, y en casa habita­da. Tenía en su casa un fusil y era un eximio tirador y aficionado a la caza furtiva, y esto lo perjudicó.
Fue declarado culpable. Las palabras del códi­go eran terminantes. Hay en nuestra civilización momentos terribles, y son precisamente aquellos en que la ley penal pronuncia una condena. ¡Ins­tante fúnebre aquel en que la sociedad se aleja y consuma el irreparable abandono de un ser pen­sante! Jean Valjean fue condenado a cinco años de presidio.
Un antiguo carcelero de la prisión recuerda aún perfectamente a este desgraciado, cuya cade­na se remachó en la extremidad del patio. Estaba sentado en el suelo como todos los demás. Parecía que no comprendía nada de su posición sino que era horrible. Pero es probable que descubrie­se, a través de las vagas ideas de un hombre com­pletamente ignorante, que había en su pena algo excesivo. Mientras que a grandes martillazos rema­chaban detrás de él la bala de su cadena, lloraba; las lágrimas lo ahogaban, le impedían hablar, y solamente de rato en rato exclamaba: "Yo era po­dador en Faverolles". Después sollozando y alzan­do su mano derecha, y bajándola gradualmente siete veces, como si tocase sucesivamente siete ca­bezas a desigual altura, quería indicar que lo que había hecho fue para alimentar a siete criaturas.
Por fin partió para Tolón, donde llegó des­pués de un viaje de veintisiete días, en una carre­ta y con la cadena al cuello. En Tolón fue vestido con la chaqueta roja; y entonces se borró todo lo que había sido en su vida, hasta su nombre, por­que desde entonces ya no fue Jean Valjean, sino el número 24.601. ¿Qué fue de su hermana? ¿Qué fue de los siete niños? Pero, ¿a quién le importa?
La historia es siempre la misma. Esos pobres seres, esas criaturas de Dios, sin apoyo alguno, sin guía, sin asilo, quedaron a merced de la casua­lidad. ¿Qué más se ha de saber? Se fueron cada uno por su lado, y se sumergieron poco a poco en esa fría bruma en que se sepultan los destinos solitarios. Apenas, durante todo el tiempo que pasó en Tolón, oyó hablar una sola vez de su hermana. Al fin del cuarto año de prisión, recibió noticias por no sé qué conducto. Alguien que los había conocido en su pueblo había visto a su hermana: estaba en París. Vivía en un miserable callejón, cerca de San Sulpicio, y tenía consigo sólo al menor de los niños. Esto fue lo que le dijeron a Jean Valjean. Nada supo después.
A fines de ese mismo cuarto año, le llegó su turno para la evasión. Sus camaradas lo ayudaron como suele hacerse en aquella triste mansión, y se evadió. Anduvo errante dos días en libertad por el campo, si es ser libre estar perseguido, volver la cabeza a cada instante y al menor ruido, tener miedo de todo, del sendero, de los árboles, del sueño. En la noche del segundo día fue apre­sado. No había comido ni dormido hacía treinta seis horas. El tribunal lo condenó por este delito a un recargo de tres años. Al sexto año le tocó también el turno para la evasión; por la noche la ronda le encontró oculto bajo la quilla de un buque en construcción; hizo resistencia a los guar­dias que lo cogieron: evasión y rebelión. Este hecho, previsto por el código especial, fue casti­gado con un recargo de cinco años, dos de ellos de doble cadena. Al décimo le llegó otra vez su turno, y lo aprovechó; pero no salió mejor libra­do. Tres años más por esta nueva tentativa. En fin, el año decimotercero, intentó de nuevo su eva­sión, y fue cogido a las cuatro horas. Tres años más por estas cuatro horas: total diecinueve años. En octubre de 1815 salió en libertad: había entra­do al presidio en 1796 por haber roto un vidrio y haber tomado un pan.
Jean Valjean entró al presidio sollozando y tembloroso; salió impasible. Entró desesperado; salió taciturno.
¿Qué había pasado en su alma?"

miércoles, noviembre 05, 2008

Esperando a la musa


Desde que retomé la costumbre de escribir cuentos he notado que es como un ejercicio, cuanto más escribo, mejor salen.

Otros los leen, dicen que les gustan y todos me incitan a comenzar una novela. Pero, además de no tener tiempo para sentarme todos los días y que las páginas se llenen de letras, siento que no tengo en mi cabeza esa historia que me permita desarrollarla más allá de las veinte páginas.

Pintar personajes, escenarios, dramas y suspensos. No es fácil. Me dicen que lo intente, que yo puedo. Algunas veces un personaje me asalta en mi cabeza, comienza a dialogar con otros, se enoja, llora, pega portazos, vuelve por un abrazo, pero después desaparece antes de que pueda plasmarlo en el papel.

Me impaciento (otra vez el tema de la paciencia), pero la historia no llega. La fiaca que me acompaña desde la cuna y cierta pereza mental hacen que no la busque demasiado.

En el medio, la casa, los chicos y sus cosas, los trabajos y los horarios. Se que cuando pase la primera página todo irá tomando forma.

Mientras tanto, escribo la continuación de una historia que terminé hace poquito. Será que no puedo imaginar dos historias al mismo tiempo?? Bueno, dejemos que las palabras fluyan, que se cierre este cuento para comenzar otro.

miércoles, octubre 01, 2008

Había una vez...


Me gusta mirar mi biblioteca y que un libro me llame, si, no estoy loca, se trata de buscar entre los que no he leído y sacar el más atractivo. No es un método infalible, suelo equivocarme, a veces por orgullo termino el libro, otras, prefiero abandonarlo a las pocas páginas (por suerte esto no pasa seguido).


Hay algunos que me atrapan ni bien los abro, en otros debo sortear el prólogo escrito por alguna persona muy aburrida (que uno no entiende porqué el autor u editor le confió semejante tarea). También están los que tienen un comienzo pesado y llegando a la mitad del mismo, se vuelven atractivos, los personajes juegan sus mejores cartas y se encaminan hacia un final atrapante. Son pocos los que, en una trama interesante, dejan un final para el olvido.


Cuáles son los que más me gustan? Aquellos que quiero seguir leyendo a pesar del sueño, de la falta de tiempo, los que he leído en un ascensor, caminando por la calle, en la cola de un banco o cocinando.



No soy de releer muchos libros, me encantó por ejemplo "Los hermanos Karamazof" pero me daría una fiaca terrible empezarlo otra vez.


Ojalá mis hijos aprendan y disfruten del placer de la lectura, que un día se paren ante la biblioteca y después de mirar un rato, tomen un libro de esos que parecían intocables (si, soy muy hincha pelotas con que a los dos años y medio me saquen los libros para hacer una casita!!!) y lo lean.




viernes, febrero 29, 2008

Alex, me acordé!!


El nombre estuvo dando vueltas en mi cabeza hasta que decidió salir a la luz. Con Alex compartimos, aunque en distintas épocas, en la facultad una profesora de Historia de la Cultura que me hizo cambiar mi visión de la Historia chata y aburrida que tenía de la secundaria.

Se llama Luisa Rosa Rossell, personilla de metro y medio, con flequillo, polleras escocesas y una forma muy particular de hacer interesante cualquier cosa que cuente.

Nos hizo conocer de manera fascinante las obras de arte, nos dio buena literatura de cada época que enseñaba.

Ella siempre decía que si algún día iba a la carcel era por robarse un cuadro de Víctor Cúnsolo, pintor de La Boca, que si eso ocurriera un día le llevaramos una botella de Whisky y un libro. Eso si, el Cúnsolo no iba a devolverlo.

Un buen profesor deja una marca en su alumno. Ella lo dejó en mí. Me gusta la pintura, la historia y la literatura mucho más desde que la tuve como profesora.

Te acordas Alex??

viernes, enero 25, 2008

Ellos

Me llaman, me chistan, me seducen, me incitan, me desvelan y aún así no puedo dedicarme a ellos.

Los ignoro, los necesito, los toco al pasar, les prometo una próxima vez.

Ellos insisten, me hablan de aventuras sin límites, de conocimientos únicos.

Y yo las excusas, que la casa, que los chicos, que el trabajo, que marido...

Pero no se van, me esperan, pacientes o impacientes, no lo se.

Saben que no envejecen, que siempre serán atractivos para mí.

Ellos, los libros, esperan ser abiertos y leídos por mí. Yo espero el hueco y la tranquilidad de poder dedicarme a ellos.


lunes, julio 02, 2007

El Eternauta


Se cumplen 50 años de la publicación de El Eternauta, un gran cuento de Héctor Oesterheld, que se metió entre los clásicos de la literatura argentina. Fue publicado por partes, en distintas revistas hasta que se editó como libro de historietas. Un cuento que nos muestra como sociedad y que percibía de manera premonitoria la historia negra que viviría el país años despues.

Recuerdo siempre la cara de los "manos", una Buenos Aires arrasada y la lucha de un hombre contra lo inevitable.


"Eramos robinsons que, en lugar de quedar atrapados en una isla, estabamos en nuestra propia casa. No nos rodeaba el oceáno, pero si la muerte". Quien tiene la responsabilidad de hacer conocer la historia es Germán, despositario de las memorias de Juan Salvo. De aquellas primeras entregas en "Hora Cero" quedaron algunas escenas históricas: 'la batalla de la Gral Paz' y 'el asedio a River Plate'. Pero la resistencia cayo derrotada y Juan quedo atrapado en el 'continuum' espacio temporal que le permitió recibir el nombre de Eternauta, viajando por todos lados, en busca de su mujer y su hija.
La nieve mortal que utilizaban los extraterrestres fue más que una forma de matar indiscriminadamente, fue una metáfora. El enemigo era el individualismo, porque la mejor manera de no perecer era quedarse encerrado en la casa. 'Todavía tiene que haber gente combatiendo en algun lugar del mundo' dice Salvo y busca escapar de Buenos Aires. Asi, desesperanzadamente terminó en 1959 el primer episodio del 'Eternauta'. En 1962 Oesterheld continúa al personaje desde su revista 'El Eternauta' dibujada sucesivamente por Schiaffino, Lobo, Farther, Muñoz, Durañona y Spadati. Los primeros numeros cuentan historias que el eternauta presenció, Pompeya e Hiroshima entre otros. Pero desde el #6 recomienza la historia de la invasión a la Tierra. Salvo se reencuentra con uno de los resistentes (Favalli). Pero ahora es el Norte el que comienza a organizar una resistencia y Nueva York es destruida. Pero el episodio queda inconcluso.
Y en 1969 la revista 'Gente' publica una nueva saga episódica. Ahora el dibujante es Alberto Breccia, se juntan los dos nombres maximos de la historieta argentina. Oesterheld se vuelve mas directo en su mensaje. Recomienza la invasión, pero el Norte, lejos de sufrir la invasion se vuelve cómplice con ella. La revista Gente, sin embargo, por diferencias editoriales, suspende la publicación de la historieta. En 1976 había pocas cosas por las que alegrarse y una de ellas fue, sin duda, que la revista Skorpio saca la segunda parte de El Eternauta por Oesterheld/Solano Lopez. La trama se mueve al futuro y allí nos enteramos que los 'ellos' han dominado la Tierra, Germán acompaña a Juan Salvo que es ahora un mutante con superpoderes. Hay una batalla final y el planeta se salva. Pero quien no se salvo fue Héctor Oesterheld, detenido por los militares del proceso, su vida halló un final en alguna de los centros clandestinos de detención. Y la historieta es terminada por diversos guionistas.

Muchos creyeron leer en El Eternauta una premonición, un anuncio de lo que atravesaría la Argentina en los 70. Como si hubiera previsto tanto dolor, decían Juan Salvo en 1957 "Cuando venga la reflexión y se den cuenta cabal de lo que ha sucedido, ¿cómo haré para mitigarles la pena?"

Pasaron 50 años y el Eternauta sigue teniendo algo que decir. "Son varias cosas. Un tema fuerte, la invasión, acá, en Buenos Aires, peleando en la General Paz y en la cancha de River. La increíble calidad humana de los personajes. La expresividad, las relaciones entre ellos. Y un elemento subyacente: nuestro sentimiento de país periférico, acosado, a merced de lo que decidan otros. El Eternauta expresó eso directamente, y como muchos lo sentían, la historieta prendió", dijo Solano López, el dibujante de la historieta.

Ustedes, leyeron El Eternauta???

miércoles, marzo 28, 2007

Libros del viento...

Alguna vez me quedé con un libro que no era mío, debo confesar que fue sin querer, el tipo pasó por la cola del teatro para ver al Negro Dolina, repartió sus libros y despues pasó a retirarlos. Nunca lo ví, el nunca me vió, lo busqué cuando la cola empezó a moverse, lo busqué dentro del teatro, pero no lo ví. Y el libro se quedó conmigo. Ahí descubrí a Guillermo de Posfay , y su libro Sed me atrapó, tanto que se lo pasé a mis hermanos. Una de ellas se contactó con el tipo que ahora esta en el exterior y sus amigos fueron a venderle dos libros (por la módica suma de $10).
Este es un fragmento de ese libro, si alguna vez se lo cruzan, diganle que un libro suyo vaga sin rumbo de persona en persona, generando inquietudes...

"Escribo libros, recorro la ciudad de una punta a la otra consiguiendo dinero para imprimirlo, y una vez armados salgo a venderlos. Me meto en bares llenos de jóvenes que se arremolinan unos en torno de otros, mirándose, como un juego aburrido donde no se permite violar las reglas, y alcohol, demasiado alcohol para tan poco espacio donde descargarlo. Griterío absurdo. Volumen de palabras cruzadas. Ra ra ra. Cada vez más fuerte. Cada vez más hipócrita. La cara falsa de la moneda sin respaldo. Sal efervescente. La cáscara de la nada. Un corazón latiendo sin sangre. Ni una gota. Hippies minuciosos que cuidan cada hilacha y saben donde está cada mancha de su ropa. Flacas que se quejan de que están gordas y gordas que quieren ser como las flacas. Esposas insatisfechas. Novios del recuerdo. Intelectuales de conservatorio incapaces de zapar con la vida. Geólogos del error. Estampillas de correos electrónicos. Ceniceros del sector no fumadores. Saltamontes de meseta. Ni fus ni fas. Etcéteras. Pastillas brillando en bocas apagadas. Filosofía de spa. Ra ra ra. Todos yendo tras la opinión de los demás. Lameculos que no se emborrachan en la fiesta de fin de año porque está el jefe. Borrachines de metegol. Muñequillas de cera. Memorizadores de espontaneidad aguardando ser sorprendidos. Palidez en invierno, exaltación en verano, camareras, servilletas, propinas, humo, maní, aros, anillos, collares, escotes, tetas, rostros hermosos, espantosos, anteojos, miradas, histeria, soberbia, frenesí, y yo ahí, estirando libros, repitiendo lo mismo, siempre lo mismo, les dejo un libro si quieren verlo sin compromiso enseguida regreso muchas gracias. Me desplazo entre un bazar de vidas idiotas, ensayadas y mal representadas. Documentos, edades, ocupaciones y demás fruslerías se consumen como una vela de cebo. Los escuálidos gérmenes te vigilan tratando de picotear las ideas que vas dejando caer de tus bolsillos. Algo choca como un murciélago sin antenas y te revuelve los sentimientos igual que un robo del cual no podés asegurar que se llevaron y sin embargo descubrieron el sitio exacto donde guardás lo que nunca supiste que era ni sabías dónde estaba. En ese momento podés sentir fácilmente la constante lucha de lo inerte tratando de desarrollarse o evolucionar de algún modo. Billones de átomos y células que claman como uñas carcomidas, frías, sintéticas y heridas como la pata de una silla donde se afila las uñas el gato. Les dejo un libro si quieren verlo sin compromiso enseguida regreso muchas gracias. Les dejo un libro si quieren verlo. Les dejo un... Los que se interesan generalmente son los que no tienen plata, y el resto hablando de memoria, ra ra ra, impermeables. Me desprecian el libro como si les ensuciara la vista. Tengo las manos vacías y no pido limosnas. No creo en el llanto aunque llore de verdad. Me fueron empujando de a poco a decir todo esto. Los que me ignoran o maltratan tienen algo que reacciona contra la vida. Una negación, un consuelo peyorativo, un compadecimiento esclavizado. Les molesto. Me miran con hastío. Me dan consejos. Forman su opinión de una hojeada. Discuten mis ideas, mi forma de vida y me lo devuelven llenos de errores de ortografía. Prelecturas de gente analfabeta. Este país está fundido. Se vende hasta la miseria y nadie la compra. Ya tienen. Este país está lleno de alfabetos ignorantes. No hay futuro para mi, comienzo a darme cuenta mal que me pese. Mi destino me pide limosnas. Soy un vago, lo sé. Pero te aseguro que durante todo el día estoy buscando una frase, desenvolviendo historias, raspando el fondo de mi cabeza para encontrar algo más que sangre. No es suficiente. Nunca es suficiente. No tiene peso alguno. No como el dinero que tiene peso específico. Observás un billete y vale lo que dice. Ni menos ni más. Comprendo perfectamente que no puedan comprar libros o no los necesiten. Conozco cientos de personas que en toda su vida no leyeron un solo libro y pueden vivir sin seguir necesitándolos... lamentablemente. Los libros no se escriben para ser vendidos, al menos los que a mí me gustan. Los libros se escriben para escribirlos y después para ser leídos. Yo tampoco nací para armar libros ni para venderlos. Nací a escribir y leer y tampoco puedo comprar muchos. Los pido prestados, me los regalan, los robo de las bibliotecas. Soy yo el que voy a ofrecerle a la gente en circunstancias que desconozco. Quizás estén tristes o pensativos o no tengan ganas de abrirlos en ese momento o lo hacen pero no sienten atracción, pero el desprecio es otra cosa. Las noches que regreso a casa sin una moneda, con más deudas que el día anterior, sin saber como pagarlas, y los gatos que gritan de hambre y me recuerdan que soy pobre, y en el baño los champús están dados vuelta porque casi no queda, y las cucarachas escondiéndose a toda velocidad, y la canilla goteando en negra 124 sobre los platos sucios, esas noches pienso en buscarme un empleo y postergar este asunto para más adelante. Nunca me convenzo del todo, no doy brazo a torcer. Si me empleara sólo estaría colaborando con este sistema decadente, estaría aportando a mantenerlo en su lugar. No soporto la explotación. No soporto la desigualdad. Dejar de hacer lo que me gusta para comer y tener un techo no me parece algo que pueda llamarse digno. Entonces, aterrado con la idea de no poder dedicarme a lo único que me gusta, me digo que mejor así, que estoy condenado placenteramente, que continuaré escribiendo porque es la única manera. Frente a una hoja me siento un gigante, un dios que no necesita otro alimento que su propia creación, un peregrino sangrando los pies, ¡nunca más acertado! ofreciendo libros como un soberbio siervo, de mesa en mesa, de grupo en grupo. Les dejo un libro si quieren verlo sin compromiso muchas gracias. A veces vendo un libro y pienso que es inútil, que estoy entregando un souvenir. Algunos me llenan las manos de pobreza no importa cuanto me den. Otros son regalos celestiales, gente atrevida, provocadora, que arenga felicidad y te da buen aliento, y si no pueden comprar los libros no dudo en regalárselos aunque generalmente no los aceptan pero insisto hasta que se lo quedan, y me siento feliz por cierto. Pueden conmigo. Sé lo que hago ¡yo escribo para ellos! A ellos miro cuando busco compañía. Me sacan del ataúd. Entran por las rajaduras de mi cráneo... y se quedan. Los que cantan desafinados sus propias canciones y se quedan afónicos cuando su equipo pierde y se cuelan en el casamiento y saludan a la novia. Los que miran hormigas y acarician gatos y se limpian los dedos en las cortinas y antes de empezar un libro leen el final. Los que inventan definiciones de una palabra que desconocen y no entienden su propia letra y hablan con extraños y dicen la verdad mintiendo. Los que aman sin conocer y no visitan al medico de su familia y te convidan el último cigarrillo. Estoy seguro que ellos valoran como ningún otro, que sienten respeto y curiosidad. Así sucede cuando abro un libro. Siento que tengo un pequeño tesoro, que estoy abriendo una pequeña eternidad. Si está bien escrito y no esconde los sentimientos o tiene una mirada auténtica y está firmado con tripas, no quiero que termine nunca. No me gusta que las cosas vayan resolviéndose para bien o para mal. Quiero neuronas reproduciéndose o haciendo el intento. Busco los sentidos visibles y ocultos. Lo estudio porque puede ser el único testimonio que quede sobre la tierra. Tiene que ser horripilante y bello. Contraerse y dilatarse. Suplicar y blasfemar. El libro siempre está empezando. Cada nuevo párrafo un comienzo diferente. Un caos revolviéndose. Una escupida de belleza. Acentos en palabras inalteradas. Energía en sarpullidos. Lagañas. Hambre voraz. Caballos arrojando patadas. Desolación. El escritor comienza a comprender a su víctima... abre los ojos para soñar del mismo modo que se abre un cuaderno para empezar a escribir. Quiero decirlo nuevamente..."





Fragmento de Sed- Guillermo de Posfay